jueves, 17 de julio de 2008

Un andén llamado esperanza



Las agujas del reloj anunciaban la media noche, a partir de aquél momento, los caballos de acero relinchaban con menos frecuencia cabalgando sobre las vías. El eco de las gotas que caían del techo tomaban protagonismo al lanzarse caída libre, un eco que gritaba por los pasillos, un eco que lloraba por algo... Era un lugar sucio, frío y olvidado. Dos andenes con distintas direcciones que eran víctimas del silencio y de la oscuridad, sin embargo una pequeña penumbra esperanzadora procedente del final del túnel, hacía honor a lo que un día fue una estación de metro. Una estación, un cruce de caminos, un lugar de donde partían y volaban los sueños. Hoy, un cementerio de esperanzas. La deteriorada publicidad no se podía leer y la mugre había conquistado la mayoría de los azulejos que vestían las paredes de los pasillos. La noche era presente durante todo el día, pues las bombillas habían muerto décadas atrás y las pintadas eran las únicas manifestaciones artísticas que se visionaban en el lugar.
Entre dos bancos se encontraba una figura, que descansaba y se resguardecía del frío bajo unas viejas mantas, entre unos cartones sucios que no pudieron resistir la venganza de la humedad.
Esta figura era un hombre, de una edad sexagenaria, pelo canoso, su rostro estaba sucio y su nariz pronunciada. Destacaba una cicatriz que viajaba por toda su frente que recordaba a una de sus travesuras de su infancia, y ésta frenaba en uno de sus ojos, grises y grandes, con un brillo especial y característico, como los de un espejo que refleja las imágenes de su vida pasada.
A su derecha se encontraba un carro de la compra de un supermercado de barrio, con una rueda sin funcionar, y las demás, víctimas del óxido. En él, guardaba su más preciada posesión; sus recuerdos.
En el momento que pasó el primer tren tras la media noche, sin efectuar este parada, el sonido hizo que el hombre se despertara. Tras situarse en aquél lugar, se fue incorporando con dificultad y movimientos de embriaguez. Ayudándose del carro, que su sonido retumbó a lo largo del túnel, comenzó a caminar hacia el final de uno de los andenes con una extraña cojera. Mirando a los lados, y en el más profundo de los silencios, se agachó para coger, con cuidado, unos cuandos cristales rotos de lo que algún tiempo formaron parte de algun retrovisor de uno de los vagones del metro de Madrid.
Fue en aquél instante, en el cual, el individuo tomó fuerzas para mirarse en él. Cuando su reflejo se hizo presente en aquella supercie, se paró a observarla ciertos minutos hasta que exclamó:-"No eres más que un mendigo, un anciano sin casa, olvidado, sucio, sin nada..."- Gritó.
-"No, es mentira... no soy nada de eso, tengo un hogar, tengo familia... algo me queda, es más, ¡lo tengo todo!"- Se respondió a sí mismo.
-"¡No eres más que un mendigo que lo perdió todo!, fuíste grande, tuviste familia, amigos, dinero, todo... y tu avaricia y egoísmo lo hizo perder todo. ¡Todo!. Mírate ahora, cómo has acabado...!"- Se contradijo con ira.
-"Este es mi hogar, mi casa, no podría vivir en otro lugar..."-
En aquél momento, otro tren del turno de noche rompió el silencio del lugar atravesando la estación con rapidez.
-"¡No eres más que un mendigo que lo perdió todo"-repitió- "Tu hogar es un andén de una estación abandonada, los trenes nisiquiera paran, nadie pasa por aquí, solo tú y las ratas. ¡Sí! ¡Las ratas!, las ratas no pueden subir al tren, ¿Acaso existe algún tren para ellas? Tú cogiste tu tren equivocado, y acabaste aquí, en una estación sin oportunidad, víctima del olvido.-
Pasaron varios minutos en los cuales, el mendigo mantuvo una mirada perdida hacia el final del túnel.
-"Este es mi hogar, mi estación, mi andén, y los trenes me hacen compañia..."
-"Esto es lo que mereciste"- respondió.
-"Este es mi hogar, mi vida es este andén, esperaré al tren que me deje subir..."- Suspiró profundamente - "Este es mi hogar, mi vida es este andén, el andén de la esperanza"-
Fin

... [ SCNS ] ...

No hay comentarios: