martes, 10 de febrero de 2009

capítulo VI. El andén.


Aquel medio día de domingo, sus amigos la propusieron ir a comer a un restaurante del barrio. Ella no tenía gran cuerpo para charlas y risas, sin embargo, terminaron por convencerla. Uno bien sabe cuando sobra cuando deja de escuchar las palabras, y las voces se convierten en sonido ambiental mezclado con el sonido del viento chocar con los árboles o el de millares de palomas peleandose por un trozo de pan en una calle desierta. Hoy no era su mejor día pues su cara era la fotografía de un estanque otoñal con una belleza enorme, pero sin embargo, carecía de movimiento y vida... allí donde todas las hojas de los árboles próximos perecían ahogadas.
Al entrar en el restaurante, dejó de caminar por la acera, y su resultado fueron 1486 baldosas...
Se sentaron, pidieron bebida y el menú para 6 personas. Y en ese momento intentaron averiguar qué le pasaba.
Intenando salir airosa, mintió. Pero esa mentira le sirvió para bloquear más preguntas.
Con un brazo apoyado en la mesa y aguantando el peso de su tristeza, su mirada empezó a recorrer todo el lugar. Tomó la copa de vino, bebió. Siguió investigango. Se atragantó.
Allí estaba él.
Tan solo a dos mesas de ella.
Tosió intentando volver a respirar. Llamó la atención. Aquél chico se giró y la observó preocupado.
Cuando volvió a respirar con normalidad, volvió a mirar.
Era verdad, allí estaba él. Sus gestos, su mirada, su sonrisa, sus rasgos, su ropa, sus manos, su pelo, sus ojos...
Parece mentira que su estómago sintiera otra vez lo que en aquél andén.
Sonrió.
No dejaba de observarle.
El chico allí sentado desviaba su mirada de vez en cuando incómodo, pues ella le contemplaba sonriente, con los ojos bien abiertos, y parecía que en cualquier momento iba a acercarse para besarle.
Ella sabía que no era él, pero tenía un parentesco casi perfecto. También sabía que el otro chico se estaba sintiendo incómodo a consecuencia suya, pero le daba igual.
En ocasiones, engañarse a sí mismo, con tal de sonreír y ver la luz del sol aunque sea por un instante no puede ser malo. Esa fue su reflexión.
El chico, cansado de sus ojos como flechas, no pidió postre y en su lugar se levantó para pagar directamente en la barra.
Ella no dejaba de mirarle, estaba enamorada.
No de aquel chico... sino de un sueño del cual nunca consiguió despertar.
···MNDR···

2 comentarios:

edu_art dijo...

carlitos, me ha encantao!
como siempr

ashenladyx3 dijo...

Precioso. Y la foto también.
Un saludo